dignidad

Quiero que me traten con dignidad

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Soy auxiliar de enfermería desde 1998. Cuando terminé mi formación sabía lo básico para poder trabajar en un hospital o clínica atendiendo a personas en recuperación o con enfermedades. Mis practicas fueron en un quirófano y en planta y la verdad que fueron tres meses de mucho aprendizaje que los libros no me dieron.

Cuando acabé mi formación empecé a buscar trabajo en hospitales y clínicas, ya que era lo que nos habían enseñado. No hubo suerte. Pero un día vi un anuncio: SE NECESITA AUXILIAR DE ENFERMERIA EN RESIDENCIA DE ANCIANOS. Así que me animé y eche mi currículo. Me llamaron y me cogieron. Ese 20 de agosto empezó mi verdadero aprendizaje sobre mi experiencia laboral.

El primer mes fue raro y nuevo. Yo nunca había tratado con personas con una enfermedad neurodegenerativa, no nos habían explicado cómo tratar a estas personas, cómo ayudarlas, cómo interactuar con ellas. En mi formación nos hablaron de enfermos, de personas en recuperación de una operación, pero no de personas con esta enfermedad. No sabía cómo hacer ese trabajo, no sabía como poner en práctica lo que me habían enseñado. Y es ahí cuando te das cuenta de que no sales preparada para ser auxiliar de enfermería en todos los campos sanitarios. Gracias a tus compañeras/os con más años de experiencia empiezas a aprender cómo tratar y desenvolverte en ese sector.

Dicen que lo nuestro es vocacional y estoy de acuerdo, pero no todo el mundo que se dedica a esto lo siente vocacional, lo siente de verdad de amor de corazón. No solo hablo de auxiliares, porque no solo las auxiliares componen una  plantilla de una residencia de ancianos o un centro de día, si no de enfermeros/as, terapeutas, camareras/os, cocinero/as, administrativos/as, dirección. Mi experiencia en estos casi 20 años me ha dado muchas cosas buenas al igual que he vivido cosas indignas, obligadas a tener que hacer por mis superiores.

10 de Marzo del 2000. 6:30H de la mañana. Después de haber empezado mi turno a las 20H de la tarde del día anterior me quedan dos horas antes de salir para duchar a 10 personas totalmente asistidas a las cuales hay que: levantar de la cama, desnudar, duchar, secar, hidratar, vestir y sentar en su silla de ruedas o acompañar al salón a una silla y una vez terminado esto cambiar las sabanas de su cama y dicha cama. 10 minutos, ese era mi tiempo para cada persona. Después de 10 horas de trabajo en el turno de noche mi cuerpo y mi mente no eran la mejor herramienta para personas que necesitan un un trato digno en ese momento tan íntimo ni eran horas adecuadas para levantar a personas que tenían que pasar tantas horas sentadas en una silla de ruedas.

Yo les he pedido perdón por las horas o por despertarlas porque así me lo habían impuesto desde arriba. He violado su dignidad porque me lo habían ordenado las personas encargadas de llevar esa residencia las, cuales rezaban que lo más importante ahí era el residente de cara al público y familiares, pero si yo no quería hacer ese trabajo o me quejaba por indigno o inhumano su contestación era “ahí está la puerta, más como tu encontraremos”.

¿Cómo saber que estás haciendo lo correcto cuando no lo sientes así? Mi trabajo no era el correcto o no lo sentía así. Lo importante es la persona, o eso es lo que nos decían siempre, pero no se actuaba así. Yo he visto hacer túrmix (la dieta de purés) con comida sobrante del día anterior mezclando alimentos que yo no mezclaría, he vivido duchas con frío en el baño, he acostado a una persona a las 18:00 de la tarde que al del siguiente se han levantado a las 7 de la mañana (más de 12 horas en una cama), he vivido ver a una persona sentado horas en una silla de ruedas mirando a la pared, he vivido falta de atención medica por la noches cuando había dolor, por no seguir mencionando…

¿Dónde está la dignidad hacia esas personas que pagan por tener un trato digno? Yo he visto, en contrapartida a todo esto, facturas no menores de 2.500€ al mes. Eso es lo que pagaban por tener una “buena” vida al mes.

Pilar era una señora con un cáncer de hígado que ingresó en la residencia para estar con su hermana que padecía Alzheimer y así la dos estaban juntas. Pilar llevaba una vida normal hasta el punto que cenaba con nosotras todas la noches e incluso celebramos la Nochevieja juntas. Sin embargo, empezó a empeorar. Una noche empezando yo mi turno me comunicaron que estaba con dolor y que habían dejado la medicación preparada para que se la administráramos por la  noche. A las 0:00H Pilar llamó para que fuéramos y me dijo que quería llamar a sus sobrinas (teníamos prohibido llamar a familiares). Le dije que se tranquilizara y le di la medicación, ya que estaba con dolor. Me fui y la dejé sola, ya que yo tenía que pasar por unas 75 habitaciones más.

Llamó en reiteradas ocasiones al timbre pidiendo lo mismo, hablar con su familia. En unas de sus últimas llamadas y persistiendo en que seguía con dolor llamé a la doctora explicándole la situación. Ella contestó que le diera una pastilla de Adolonta y que ya se le pasaría el dolor, pero no me dejaron llamar a la familia. Cuando termine mi ronda le dije a mi compañera que me iba con Pilar a su habitación a ver si así se calmaba y estaba más tranquila.  Le di su pastilla y le dije que no tenía móvil para llamar a sus sobrinas pero que me quedaba con ella hasta que se durmiera. Me dio las gracias. Apagué la luz, le di mi mano y no sé si pasaron más de 5 minutos cuando me di cuenta de que no respiraba, había fallecido. En ese momento te das cuenta de que esa persona no quería morir sola, que tenía dolor pero también miedo y que solo necesitaba a alguien a su lado para poder irse tranquila. Por eso quería a su familia y por eso se quedó tranquila cuando yo estuve allí.

¿Se le dio un trato digno a Pilar? Yo me quejé de la actuación y me explicaron que así tenía que ser.

Estuve 14 años trabajando en residencias, en tres en concreto y ninguna me convenció. Los trabajadores intentamos dar el máximo para dar una atención adecuada pero NUNCA se da una atención adecuada para la dignidad de una persona. Cambié de trabajo y empecé en un centro de día una experiencia diferente para mí.

Aquí, en un primer momento, sí se trataba de distinta forma a las personas, y empecé a creer que sí había sitios en los que respetaban y daban su sitio a estas personas que depositan su confianza en nosotras para acompañarlas. Pero luego aparecieron de nuevo los intereses económicos de los responsables del centro y por desgracia, de nuevo la dignidad de las personas se volvió a ver afectada, motivo por el que tuve que irme de allí.

Después viví una experiencia de 4 meses en un centro de día privado concertado con la Comunidad de Madrid en el cual tenían desayuno-comida-merienda incluido. El desayuno era una café con leche con 3 galletas. Sí, tres y no más. Yo empecé a dar 4 galletas porque veía que 3 eran pocas para algunas personas y me regañaron por ello. Los baños eran “cuchitriles de discoteca” en el cual se pasaban a más de 40 personas. Había salas las cuales no tenían ni ventanas en las que las personas se pasaban 8 horas metidas. Quise cambiar a una persona su menú por otro más adecuado a lo que ella necesitaba  porque no comía y me regañaron por ello, ya que “era lo que había” y si no comía pues no comía. Las meriendas eran un zumo con 3 galletas y para las personas que tomaban dieta triturada les machaban esas galletas con el zumo. ¿Haríais eso con vuestros familiares en casa?

Esto último que os cuento es del año 2016 aunque parezca de los 80 y lo permite la Comunidad de Madrid. Sigues viendo que las cosas no cambian, que todos los recursos son iguales y que nadie hace nada para dar un trato con dignidad, un trato humano.

Y de repente, la vida me da la oportunidad de trabajar en un espacio digno, humano, diferente, donde importa la persona y no el dinero. Donde se pueden dar las galletas que quieras, puedes llamar a los familiares, puedes hablar con las personas, preguntarles cómo están, abrazarlas, achucharlas, decirles que las quieres y creértelo. Donde puedes acompañarlas en su propia vida hasta el final de la misma. Un espacio con dignidad. 

Y me siento realizada. Al fin, después de tantos años, por fin un sitio donde sí hay dignidad, sí se acompaña, sí se da respeto, sí se da amor y capacidad para poder interactuar con ellos y ellas. Deberíamos todas la personas que nos dedicamos a este mundo pararnos a pensar y preguntarnos cómo nos gustaría que nos trataran a nosotros si tuviéramos que pasar por una situación así o cómo nos gustaría que trataran a un familiar. Yo quiero amor. Quiero respeto. Que me acompañen en mi camino. Quiero poder decidir y que me escuchen. QUIERO QUE ME TRATEN CON DIGNIDAD.

G.M.T
Auxiliar de Enfermería
www.neurovida.es

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1 comentario en «Quiero que me traten con dignidad»

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